Cuando Cristi volvió al orfanato después de seis meses viviendo con sus primeros padres adoptivos prometimos nunca contar el verdadero motivo por el cual ella volvía, corrían un montón de chismes acerca de lo que había sucedido, decían cosas tan horribles de Cristi, ella estuvo muy triste durante los primeros meses, pero poco a poco comenzó a salir de esa tristeza.
El verdadero motivo era que la señora Ferraz, estaba embarazada al fin y no quería a una niña extraña de 12 años rondando su casa, habían encontrado la manera de devolver a Cristi al orfanato. Ella había hecho eso porque sus amigas contaban historias horribles de jóvenes adoptados que después de que sus padres adoptivos habían logrado tener un hijo propio, golpeaban a los hijos biológicos de la pareja. La señora Ferraz se aferro a esa teoría y no espero a comprobarla, por supuesto que esas solo eran historias de gente inescrupulosa e insensata.
Por culpa de la bocaza de la amiga de la señora Ferraz, mi mejor amiga había sufrido las consecuencias, nadie se detuvo un segundo a pensar en los sentimientos de aquella niña de 12 años, una huérfana que había recibido el amor de una familia que supuestamente estaba dispuesta a darlo todo por ella para luego quitarlo en un abrir y cerrar de ojos.
Ese era mi mayor temor al ser adoptada, por eso odiaba cuando Jacqueline traía padres y me los presentaba, ella les mostraba mis notas, mis preciosos dibujos y lo responsable que era, la mayoría de los padres se iban muy dispuestos a adoptarme pero yo siempre encontraba la manera de asustarlos demasiado en las entrevistas que teníamos en solitario. La verdad era: no quería sufrir y mucho menos cargar con más dolor del que ya tenía al pensar cada insignificante segundo en porque mis padres biológicos me habían dejado aquí.
Al principio cuando empecé a ser consciente de mi situación me gustaba pensar que estaba internada en una escuela tan lejana que mis padres no podían llegar a buscarme, poco a poco cree un montón de historias de porque mis padres no iban a buscarme pero la realidad en mi mundo era otra y hasta hace unas semanas atrás mi único objetivo era cumplir la mayoría de edad, ser libre del orfanato, buscar un empleo y un lugar donde vivir cómodamente hasta que Cristi fuese libre también para mudarnos juntas.
Ahora todo había cambiado, no sería libre, mi sueño había ido a parar al bote de la basura, el panorama se había puesto bastante gris desde mi silla, estaba en el ático del orfanato sentada junto a la pequeña ventana circular observando cómo las niñas más pequeñas jugaban. Un auto lo bastante pomposo se estaciono justo en la entrada principal, bajaron muy tranquilamente los nuevos padres de Cristi, Clarisse y Rodolfo; lucían espectacularmente felices al igual que la chica de 15 años que corría hacia ellos para abrazarlos.
La escena perfecta, cargada de emotividad, mis malditas lágrimas comenzaron a abrirse paso por mis mejillas descendiendo a mi barbilla perdiéndose en su recorrido. Todas las chicas con las que Cristi y yo convivimos diariamente salieron a despedirla mientras Jacqueline entregaba las maletas junto con otras pertenencias de Cristi.
La única que no estaba ahí en ese instante era yo, me dolía verla tan feliz de marcharse sin mí pero al fin y al cabo era eso lo que ella quería, tener una familia, ser querida y olvidarse de que en algún momento vivió en un orfanato.
Cuando los abrazos, los llantos entre sonrisas hubieron terminado tanto Clarisse como Rodolfo envolvieron a Cristi en un abrazo para después ayudarla acomodarse en el auto. Vi como partía a su nuevo hogar sin desprender nada de arrepentimiento por no despedirse de mi –aunque solo fuera para un pronto reencuentro- lo único que obtuve de Cristi fue una mirada sombría desde la ventana posterior del auto.
Me quede observando como el auto se perdía calle abajo, horas pasaron hasta que por fin decidí ir a mi cuarto, abrir mi edredón y envolverme en él para perderme en la calidez de mis sueños olvidando por completo que mañana seria mi sentencia.
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